Muchas veces como papás nos preocupamos muy poco por comenzar una pelea delante de los niños. La prudencia, la tranquilidad y la tolerancia suelen desaparecer una vez que iniciamos una discusión de pareja, sin importar si tenemos la razón o no. Si nuestra capacidad de afrontar las discusiones para lograr un cambio positivo falla, entonces empiezan los insultos, las recriminaciones y en ocasiones hasta la violencia. Las discusiones constantes llegan a convertirse en parte de la dinámica familiar, lo que repercute negativamente en los hijos.