Estás al pendiente de todos sus movimientos y sólo te volteas unos segundos para tomar su biberón, contestar una llamada o pagar la cuenta. Un instante después lo escuchas llorar… Tu hijo se cayó. ¡No te tortures! Aunque el corazón se te detenga y pienses lo peor, lo mejor es tomarlo con calma y evaluar la gravedad: de dónde se resbaló, con qué velocidad y cómo pudo golpearse. Aquí aprenderás que hacer cuando tu hijo se caiga.